jueves, 14 de julio de 2011

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El Ciudadano Sexy soy yo. Lo que tengo que decir es mucho, complicado, y, por qué negarlo, denso.

Mi vida en las terrazas de los bares ya se acabó hace veranos. Ahora y en la hora de mi muerte amé.

De que me sirvió ser conocedor de horizontes inexistentes no lo supieron ni los que me llamaron loco recuperado, que se jactaban de quererme más por ser la oveja perdida que vuelve a la manada, sin saber si quiera a donde me había ido. Yo creo que tampoco les importaba mucho a todos esos pibes lo que yo hiciera o dejara de hacer, lo que yo pensara o dejara de pensar. Y, como no, lo que yo dijera, les traía sin cuidado. Desde que hablo me toman a broma. Cuando cito la verdad suprema que mi cerebro fabrica para la libertad de mi cuerpo y sobretodo de mi alma, mis doctores, jueces, y demás personas queridas, amén de los policías del pensamiento, que en otro tiempo llamé amigos, son los que izan la bandera blanca de la condena por la broma, por la inercia de la palabra no dicha pero pensada casi en alto, atronadora en mis oídos mágicos de telépata. Yo se por qué me condenáis los que no me entendéis.

Imponen el castigo al que en otro tiempo fue bendito. Le cargan las culpas al gato, al más válido. Yo nunca quise desaparecer entre la neblina de mi propia locura. No decidí en ningún momento que esta angustia que me arde en los pulmones y que me va devorando tan rápido se consumara. Cada noche enroscado en la habitación blanca lloraba una lágrima de esperanza, pensando en que me llamarían y me salvarían de la soledad. Y esa precisamente era la lágrima de la Comedia, la que se reía del gato en forma de ovillo cuando sus padres se ausentan en la noche.

Así, aprendí a reírme de estar solo y consumir LO QUE FUERA para poder seguir riendo, empezando por las chocolatinas. Navegué noches enteras felicitando la navidad a la gente de los chats que nunca iban a entenderme. ¿Cómo cojones iban a hacerlo? Si lo hicieran, estarían majaras, y que solo me hagan caso los majaras no creo que fuera una buena ayuda, aunque  los policías que me pegan, los jueces que me condenan y los doctores que me anulan nunca han pensado realmente en ayudarme. Sólo me enorgullezco de no haber entrado en la sala de aquella pitonisa, mientras esperaba cita con mi abogado y estaba tan, tan preocupado. Quería gastar todo mi dinero por culpa de mis impulsos, igual que en esos chocolates o taxis con los que dilapidé mi pequeña fortuna, de la cual, por cierto, mis enemigos (ahora me doy cuenta de que no eran tan enemigos, en tanto que hicieron más por mí que cualquiera de los que llamé amigos alguna vez) ya habían pillado un buen cacho de ella. Que lo disfruten, ahora son los reyes del mambo. Y yo, que fui un joven con ilusión y convicciones, estoy tirado sobre mi propio pensamiento, viendo como el barco se hunde a una velocidad increíble.

La Broma ha sido bonita hasta ahora, mas tengo por seguro que va a seguir hasta extremos que ni yo me imagino. Y sigo siendo sexy. Y aunque no vislumbro los límites de mi propia broma, sí me imagino el entorno cuando se culmine el chiste final.

Se alzarán en protestas grupos por los derechos humanos en contra de la Comedia. Habrá boicots para que las carcajadas a raíz de mi existencia se moderen. Se fraccionarán grupos revolucionarios violentos que quieran dejar las armas asustados de su propio poder cómico-destructivo. Erigirán monumentos míos alrededor de mi cuerpo vilipendiado e impondrán multas a todos mis camaradas del alma que hayan pasado a ver mi cuerpo inerte para escupir y mear una vez más en él. Se harán camisetas con frases que pidan mi liberación del mundo cómico y su irrealidad. Un viejo se meará en las cuencas de los ojos por intentar imitarme, y, en consecuencia, prohibirán mi recuerdo en los libros de La Comedia. Volverán a rodar en secreto pelos de mi pierna, arrancados destrangis por robots diseñados por flores silvestres de la periferia, otrora llamadas putas, enviadas por mis enemigos para clonarme y poder seguir robándome. Resucitaré al tercer día, como la anterior vez, y convertirán ese tres en la letra que le corresponde en el diccionario, la C., y llamarán a ese año El Año de la Comedia, para hacer estampitas con mi cara y venderlas los domingos en el rastro.

Estoy tan seguro de todo esto como de que me persiguen en este instante. Pero no cejaré en mi propósito. Dejaré constancia. Ya vienen. Pronto volveré a conectar.

C.S.

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