miércoles, 17 de octubre de 2012

El típico tío que siempre está en la esquina del bar. Con la enfermedad esa de los nervios que hace que no le crezca pelo ni en las cejas ni en el pubis. La cara llena de pecas, algo rechoncho... Está liándose un porro, sentado en su taburete, mientras suena un tema de Michael Jackson. Mueve la cabeza siguiendo el ritmo del tema, haciendo gala de sus habilidades como liador al no caérsele nada entre sus bailecitos y su borrachera.

En el otro extremo del bar, un tío flacucho, enfermizo...con una melena de rizos negros como el azabache, moviéndo la mándibula como si tuviera la rabia. Puesto hasta las trancas, con los ojos rojos. En su mesa, un disco y un paquete de tabaco.

El mesonero está como ausente: limpia algunos vasos, selecciona canciones en el reproductor del ordenador, da sorbos a su trina... No se da cuenta de la tensión entre esos dos especímenes.

El bar, a parte de ellos tres, está completamente vacío. La música excesivamente alta. Si hubiera gente podría quedar bien, pero estando todo tan frío, hace que la escena sea dantesca. El chaval enfermizo se levanta para ir al baño y me dan ganas de seguirle por el morbo de oirle aspirando la coca, pero antes de levantarme del taburete, me pilla por banda el calvo..