miércoles, 5 de octubre de 2011

24/7 de Capitán Z.

24/7


A veces sueño que conduzco un coche a toda velocidad. Mi pelo es negro y lo tengo un poco largo, aunque tengo unas buenas entradas que auguran una pronta calvicie. Llevo gafas de sol y patillas largas y gruesas, y, en mi coche, que no sé cual es, suenan los Rolling Stones (a pesar de que nunca los he escuchado en mi vida real). En el sueño estoy en un atasco en la ronda litoral, en Barcelona, y cada vez que me paro del todo, pues la densidad del tráfico es inmensa, cojo un libro pequeñito que hay en el asiento del copiloto, lo apoyo en el volante, y lo abro por la página marcada, para leerlo.

El libro contiene varios cuentos, todos ellos con un final moralizante, lo cual me agrada, pues me siento más sabio a cada parada del tráfico, en vez de embrutecerme, como les pasa a los demás conductores cuyas caras alcanzo a ver.

En determinado momento, justo cuando estaba acabando un cuento que me interesaba mucho, el tráfico comienza a fluir bien, y ya casi no tengo momentos de parón total para poder leer el final. Lo intento leer sujetándolo con una mano mientras avanzamos lento, e incluso me quito las gafas de sol, para poder ver mejor y acabar lo antes posible.

Otras veces sueño que soy un chico asturiano de dieciséis años en el día con más prisa de toda su vida. Un chico atlético, al que se le ve con potencia física. Voy corriendo como alma que lleva el diablo hasta entrar en una biblioteca pública, y subo las escaleras de cuatro en cuatro, pisando unos gusanitos que ya estaban aplastados.

Otras veces, me tumbo en el sofá de mi casa y no me duermo. Prendo la televisión y limpio zanahorias crudas para comerlas mientras mejoro y empeoro mi vista a la vez. Para equilibrar.

El caso es que un día, estando dormido, soñando con que era el conductor-lector de Barcelona, me desperté y estaba en mi sofá comiendo zanahorias y viendo la tv, y me dormía en el sueño-realidad, y era el joven asturiano que corría a la biblioteca.

Gusanitos aplastados, zanahorias, libro de cuentos...Aquello tenía que significar algo. Recuerdo que busqué en google “cómo no volverse loco” o “qué hacer en Gijón si estás loco”, pero no encontré ningún resultado. Y entonces me empecé a obsesionar y a temer el sueño como el yo-durmiente temía el despertar cuando tan sólo era un adolescente borracho y sin fuerzas para correr, evitando crecer e intentar recuperar el tiempo en los atascos, el tiempo que nunca debí malgastar conduciendo un coche en mi juventud, porque luego sólo podría abocarme a estar tirado comiendo zanahorias y viendo basura en la televisión.

Y, pensando todo esto, en el metro de París, los vi. Después de tanta obsesión y tantos sueños, ¡parecía una locura! A mis pies, entre los míos y los de una señorita rubia, estaban los gusanitos, ¡y quedaba uno por ser aplastado! ¡Era mi salvación! ¡Nadie más se aprovecharía de mí! ¡No malgastaría mi adolescencia! ¡No pervertiría mi juventud! ¡No tiraría la toalla para el resto de mi vida! ¡Iba a conseguirlo!

Pero la señorita levantó su pie y aplastó el último gusanito. Y ya sólo pude seguir llorando.


Por Capitán Z.

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