jueves, 23 de febrero de 2012

XXX (triple equis) - por Igor Méndez.

Era OTOÑO. Las ardillas saltaban de árbol en árbol sin pararse a dedicarle una sonrisa al niño que iba con su abuelo. A veces, muchas, la verdad, le solía pasar. Eso, o que los pavos reales le saludaran con la cabeza, con ese gesto que sólo hacemos las personas, normalmente cuando no queremos pararnos a charlar.
En el parque, a pesar de que no eran ni las seis de la tarde, ya oscurecía. El abuelo silvó al nieto indicándole que ya era hora de irse. Pero, cuando el niño, fatigado, llegó corriendo a la vera de su abuelito y le apretó la mano, éste cayó postrado de rodillas, ensangrentando la arena del camino del parque al contacto de su espalda con el frío suelo.

Un loco le había apuñalado por la espalda.
Un loco que obedecía las órdenes de Dios.

El niño soltó la mano aún caliente de su querido abuelo y lloró desconsoladamente y durante toda la eternidad.

Igor Méndez.

2 comentarios:

  1. Me gusta esa mezcla de niño, ardillitas, abuelito y luego camino ensangrentado. Y esa condena de llorar por toda la eternidad...

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