miércoles, 1 de febrero de 2012

Un elefante se balanceaba...y tal.

Un elefante llamado Clarín se topó con un topo llamado Alex. Alex le dijo: “¡Chúpame el pijo!” Y así comenzó esta historia.

Clarín se despertó de golpe y se incorporó en la cama. Besó a Maribel, su esposa elefanta, y se levantó y fue a desayunar. Entró en la cocina, abrió la puerta del armarito superior a la cocina de gas, sacó un vaso grande y lo puso sobre una bayeta. A continuación, se agachó frente a la nevera y sacó dos piedras de hielo del congelador, las puso en el vaso y vertió el jodido ron.

Maribel le dijo: - ¿Ya estás dándole, jodido maricón? Estoy en la cama, ¡tráeme el desayuno! ¡Quiero cereales con leche de soja, elefantín mío!

-Te van a joder con tu leche de soja. Vamos a darle. – respondió Clarín.

La verdad es que Clarín no paraba de pensar en la movida con Alex el topo. Se habían dado de hostias la noche anterior, y le dolía mucho la cabeza.

-Oye, querida…-dijo Clarín a su amada, entrando en la habitación con el ron y sin nada para ella- ¿Quién ganó ayer en la pelea?

-¿No te acuerdas? Jodido borracho. Mira que pegarle a un topo- contestó ella, asomando su pierna de piel morena por encima del cobertor.

-Le di duro, ¿eh? – contestó Clarín poniendo mueca de satisfacción y orgullo.

Pronto se emborracharon con la botella de ron y media que quedaba en la cocina, y Maribel decidió bajar a por unas cervezas antes de que cerraran el supermercado.

-No te vayas, cariño, ya bajaremos luego…ven aquí…- dijo Clarín, agarrando por la manga del chaleco a Maribel e intentando tirarla en la cama con él.

-¡Para, cabrón! ¡Estoy muy mareada! Voy a por cervezas al supermercado, que, si no, cuando quieras más, tendremos que ir al bar, que ya casi son las nueve, gili…-le respondió ella, escupiéndole.

Maribel salió, intentó cerrar suavemente la puerta, pero resonó en todo el edificio. Bajó las escaleras de dos en dos y corrió hacia el supermercado. Al entrar cogió un carrito. Notaba que todo el mundo la miraba por su evidente borrachera. Empezó a cargar cervezas de la mayor graduación en el carrito: así, a ojo, unas treinta y dos. Antes de salir, se pasó por la zona de latas y se escondió seis o siete latas de atún y anchoas en los bolsillos del anorak, así como un par de packs de embutido metidos por la goma del pantalón de chándal. Al pagar casi se le cayó todo al suelo, pero consiguió mantener la compostura, apoyándose de vez en cuando en una columna para no caerse.

Al salir, se encontró con un conocido, vendedor de cupones, que se ponía en la esquina del supermercado a “trabajar”.

-¡Para hooooy! Hombre, Maribel, elefantita mía, ¿qué tal? – El vendedor hizo amago de levantarse para darle dos besos, pero la elefanta se agachó antes de que él pudiera hacerlo- ¡Qué bien te veo! ¿Todo correcto?
-Ay, cariño, ¿cómo estás? Yo bien, aunque ayer Clarín se metió en problemas, para variar…- respondió Maribel, mientras notaba que Jartín, el vendedor de cupones, le daba dos besos, dejándole las mejillas llenas de saliva, y se sujetaba a ella por el pompis.

Jartín recuperó su postura de minusválido, cambió su alegre cara a una un poco más compungida, y le dijo: - Sí ya lo sé, hija. Todo el barrio lo sabe. El topo ese… ¿cómo se llamaba?

-Alex- acabó Maribel, limpiándose las babas.

-Eso, Alex el topo. Se ve que tu elefante le dio una buena tunda. El topo lo anda contando por todos lados, y se comenta en el bar de Pepusko que ha juntado a los topos y a las jirafas para ir a buscarle la semana que viene.- dijo rascándose un grano- Quizás sólo sean habladurías, ya sabes que esas cosas en frío… Nada, lo dudo mucho. Y ya sabéis que, para lo que necesitéis, los jartos, os apoyamos. Clarín siempre se ha portado bien con nosotros, por cierto, ¿qué llevas ahí? ¿Me pasas una birra o dos?

-Toma. – dijo Maribel, sacando un par de birras- Por cierto, ¿tienes algo para pasarme fiado? Aunque sea medio gramo, tronco…

-Claro, para mi Mari, lo que sea, toma un par, ya me los pagarás.

Maribel los cogió y le plantó un beso en los morros que dejó a Jartín sentado en su sillita y ya no se pudo levantar. Se fue dando tumbos hasta el portal, y subió hasta abrazarse con Clarín, que le había echado mucho de menos.

Fin.



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